Fueron casi veinte días sin sol,
días donde todo era sombra,
días de noche eterna y luz ausente.
Los pájaros dejaron de cantar,
las plantas empezaron a mirar hacia abajo,
desoladas, abandonadas.
Y la lluvia no dejaba de caer, finita, gruesa,
insistente, haciendo tic, tic, tic. Sin parar.
Y con la lluvia llegó la nostalgia, llegó esa manía
de recordar viejos tiempos.
Con la lluvia se remueven cosas. Se remueve la tierra,
se remueve el alma, se remueve la cabeza.
La lluvia lava y ensucia, se lleva y trae.
Y empezamos a extrañar el sol, su tibieza,
su capacidad de hacernos cerrar los ojos.
Empezamos a extrañar el salir unos minutos afuera
para dorarnos un poquito.
Un poquito de sol. No reclamo nada a la lluvia,
la necesito como necesito mis momentos de soledad.
Solo que extrañaba al sol.
Hoy ha vuelto a salir, luego de casi veinte días.
Y se siente un calorcito por dentro, una mezcla
de alegría y calma.
Lo veo pegando en las paredes, formando sombras;
lo veo suave sobre las hojas, sobre mi piel.
Le digo que no se vaya, que lo extrañábamos.
Un poquito de sol. A veces no se necesita nada más,
nada más que un poquito de sol. Que entibie las paredes,
que derrita los miedos, que te lleve a escribir una mañana
de viernes mientras miras por la ventana.
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4 comentarios
¡Hola!
ResponderEliminarPrecioso el poema y preciosa la foto.
¡besos!
¡Bienvenido Sr sol a Buenos Aires!
ResponderEliminar.
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Festejémoslo, a ver si se enoja y se "va de gira" por otras dos semanas.
Me encanta la foto. Y también el texto, como una oda al sol y cómo lo echamos de menos cuando se ausenta durante tanto tiempo.
ResponderEliminarTe sigo leyendo.
¡Un abrazo grande!
Hola babosa!
ResponderEliminarAcá yo poniendome al día.
Me encanta tu faceta poetisa y el poema es re bello. Lo adoré.
Que andes bien.
¡Gracias por visitar el blog y comentar!